domingo, 26 de junio de 2016

Diferencia entre el hombre exterior y el interior.- Miguel de Molinos (1628-1696)


1. Hay dos maneras de espirituales personas, unas interiores y exteriores otras. Estas buscan a Dios por afuera, por el discurso, imaginación y consideración. Procuran con gran conato para alcanzar las virtudes muchas abstinencias, maceración de cuerpo y mortificación de los sentidos. Se entregan a la rigurosa penitencia, se visten de cilicios, castigan la carne con disciplinas, procuran el silencio y llevan la presencia de Dios, formándole presente en su idea o imaginación, ya como pastor, ya como médico, ya como amoroso padre y señor. Se deleitan de hablar continuamente de Dios, haciendo muy de ordinario fervorosos actos de amor. Todo lo cual es arte y meditación.

2. Por este camino desean ser grandes, y a fuerza de voluntarias y exteriores mortificaciones van en busca de los sensibles afectos y fervorosos sentimientos, pareciéndoles que sólo cuando los tienen reside Dios en ellos.

3. Este es camino exterior y de principiantes, y aunque es bueno no se llegará por él a la perfección, ni aun se dará un paso, como lo manifiesta la experiencia en muchos que después de cincuenta años de este exterior ejercicio se hallan vacíos de Dios y llenos de sí mismos, y sólo tienen de espirituales el nombre.

4. Hay otros espirituales verdaderos que han pasado por los principios del interior camino, que es el que conduce a la perfección y unión con Dios, al que los llamó el Señor por su infinita misericordia de aquel exterior camino en que se ejercitaron primero. Estos, recogidos en lo interior de sus almas, con verdadera entrega en las divinas manos, con olvido y total desnudez, aun de sí mismos, van siempre con levantado espíritu en la presencia del Señor, por fe pura, sin imagen, forma ni figura, pero con gran seguridad fundada en la interior tranquilidad y sosiego, en cuyo infuso recogimiento tira el espíritu con tanta fuerza, que hace recoger allá dentro el alma, el corazón, el cuerpo y todas las corporales fuerzas.

5. Estas almas, como han pasado ya por la interior mortificación y Dios las ha purgado con el fuego de la tribulación, con infinitos y horribles tormentos, recetados todos de su mano y a su modo, son señoras de sí mismas porque en todo se han vencido y negado, y así viven con gran sosiego y paz interior. Y aunque en muchas ocasiones sienten repugnancia y tentaciones, salen presto vencedoras, porque como ya son almas probadas y dotadas de la divina fortaleza, no pueden durar los movimientos de las pasiones. Y si bien pueden perseverar por largo tiempo las vehementes tentaciones y penosas sugestiones del enemigo, quedan todas vencidas con infinita ganancia, porque ya es Dios el que dentro de ellas pelea.

6. Han alcanzado ya estas almas una gran luz y conocimiento verdadero de Cristo Señor nuestro, así de la divinidad como de la humanidad. Ejercitan este infuso conocimiento con silencio quieto, en el interior retiro y parte superior de sus almas, con un espíritu libre de imágenes y exteriores representaciones, y con un amor puro y desnudo de todas las criaturas. Se levantan, aun de las acciones exteriores, al amor de la humanidad y divinidad. Tanto cuanto conocen aman, y tanto cuanto gozan se olvidan, y en todo experimentan que aman a su Dios con todo su corazón y espíritu.

7. Estas felices y elevadas almas no se alegran de nada del mundo, sino del desprecio y de verse solas, y que todos las dejen y olviden. Viven tan desapegadas que aunque reciben continuamente muchas gracias sobrenaturales, no se mudan ni se inclinan a ellas más que si no las recibieran, conservando siempre en lo íntimo del corazón una grande bajeza y desprecio de sí mismas, humilladas siempre en el abismo de su indignidad y vileza.

8. Del mismo modo se están quietas, serenas y con igualdad de ánimo en las glorias y favores extraordinarios, como en los más rigurosos y acerbos tormentos. No hay nueva que las alegre ni suceso que las entristezca. Las tribulaciones no las perturban, ni la interior, continua y divina comunicación las desvanece, quedando siempre llenas del santo y filial temor en una maravillosa paz, confianza y serenidad.

9. En el exterior camino procuran hacer continuos actos de todas las virtudes, una después de la otra, para llegar a conseguirlas. Pretenden purgar las imperfecciones con industrias proporcionadas a su destrucción. Los apegos procuran desarraigarlos de uno en uno con diferencia y opuesto ejercicio; pero nada llegan a conseguir por mucho que se cansan, porque nosotros nada podemos hacer que no sea imperfección y miseria.

10. Pero en el interior Camino y recogimiento amoroso en la divina presencia, como es el Señor el que obra, se establece la virtud, se desarraigan los apegos, se destruyen las imperfecciones y se arrancan las pasiones, y el alma se halla libre y desapegada, cuando se ofrecen las ocasiones, sin haber jamás pensado el bien que Dios por su infinita misericordia la tenía preparado.

11. Has de saber que estas almas, aunque tan perfectas, como tienen luz verdadera de Dios, con esa luz misma conocen profundamente sus miserias, flaquezas e imperfecciones, y lo mucho que les falta para llegar a la perfección a que caminan; se descontentan y aborrecen a sí mismas, y se ejercitan en amoroso temor de Dios y propio desprecio, pero con una verdadera esperanza en Dios y desconfianza de sí mismas.

12. Tanto cuanto se humillan con el verdadero desprecio y propio conocimiento, tanto más agradan a Dios y llegan a estar con singular respeto y veneración en su presencia.

13. Todas las buenas obras que hacen y lo que continuamente padecen, así en lo interior como en lo exterior, no lo estiman en nada delante aquella divina presencia.

14. Su continuo ejercicio es entrarse dentro de sí en Dios con quietud y silencio; porque allí está su centro, su morada y sus delicias. Más estiman este interior retiro que hablar de Dios. Retíranse en aquel interno secreto y centro del alma para conocer a Dios y recibir su divina influencia con temor y amorosa reverencia. Si salen fuera, es sólo al conocimiento y desprecio de sí mismas.

15. Pero sabrás que son pocas las almas que llegan a este dichoso estado, porque son pocas las que quieren abrazar el desprecio y dejarse labrar y purificar; por cuya causa, aunque son muchas las que entran en este interior camino, es rara la que pasa adelante y no se queda en los principios. Dijo el Señor a una alma: Este interior camino es de pocos, y aun de raros; es tan alta gracia, que no la merece ninguno; es de pocos, porque no es otra cosa este camino que una muerte de los sentidos, y son pocos los que quieren morir y ser aniquilados, en cuya disposición se funda este tan soberano don.

16. Con esto te desengañarás y acabarás de conocer la diferencia grande que hay del camino exterior al interior, y cuán diferente es la presencia de Dios que nace de la meditación de la presencia de Dios infusa y sobrenatural, nacida del interior e infuso recogimiento y de la pasiva contemplación y finalmente sabrás la diferencia grande que hay del hombre exterior al interior.

Guía espiritual - Libro III, Cap. I y II

lunes, 13 de junio de 2016

La Búsqueda.- Juan Tauler (1300­ - 1361)



Tipos de búsqueda

La búsqueda es «activa» cuando es el hombre quien busca; «pasiva» cuando es buscado.

La activa a su vez es doble: externa e interna. Ésta última sobrepasa a la exterior cuanto el cielo dista de la tierra. Son muy diferentes.

SERMÓN SOBRE LC 15,8 - V37

Búsqueda interna

La búsqueda interna es muy superior a la externa. Consiste en que el ser humano entre en su propio fondo, en lo más íntimo de sí mismo, y busque al Señor de la manera que nos ha sido indicada cuando Él dijo: «El Reino de los cielos está dentro de vosotros» (Lc 17, 21).

El que quiere encontrar el Reino -que no es otro que Dios con todas sus riquezas, y su propia esencia y naturaleza- le debe buscar donde se halla, es decir, en el fondo más íntimo, en el profundo centro, donde Él está mucho más íntimamente junto al alma, mucho más presente que ella lo es a sí misma. Este fondo debe ser buscado y encontrado.

Debe la persona entrar en esta «casa» renunciando a sus sentidos, a todo lo que le sea sensible, a todas las imágenes y formas particulares que los sentidos le hayan dejado impresas. A todas las impresiones de la imaginación y sentidos. Sí: incluso hay que sobrepasar las representaciones racionales -operaciones de la razón- que siguen las leyes de la naturaleza y la propia actividad.
SERMÓN SOBRE LC 15,8 - V37

Búsqueda pasiva

Entrar en esta «casa» no consiste en penetrar alguna que otra vez, para salir enseguida y ocuparse de las criaturas. Es revolver y estremecer toda la casa. Es la acción por la cual Dios busca al ser humano.

Todas las representaciones, todas las formas de cualquier género que fueren, por las que Dios se hace presente, desaparecen por completo cuando Dios llega a esta casa, en este fondo interior. Todo eso es desechado como si jamás lo hubiese poseído. Ideas y luces particulares; lo que hubiere sido manifestado o dado al hombre; lo que hasta ahora había gustado. Todo cae cuando el Señor entra de este modo buscando al alma.

Si la naturaleza puede soportar este derribo siete veces setenta, día y noche; si el hombre pudiese pasivamente recibir la divina operación que así dispone, progresaría mucho más que cuanto pueda captar por su inteligencia y por todas las luces que pudiera él conseguir.

En este derrumbamiento, el hombre que se abre dócilmente, receptivo de la divina operación, sube más alto de cuanto pudiera imaginar. Por encima del grado adonde pueden conducirle las obras, las prácticas o buenas intenciones que hayan sido jamás imaginadas o inventadas.

Sí, aquellos que llegan hasta aquí, ciertamente, se transforman en los más amables de todos. La intimidad con Dios les es tan fácil que pueden, en un abrir y cerrar de ojos, cuando lo desean, replegarse en su interior trascendiendo sus naturales impresiones.

SERMÓN SOBRE LC 15,8 - V37

Entrar en lo más hondo

Tenéis tanto que hacer, siempre ocupados en cosas exteriores, esto y lo otro, de acá para allá. Totalmente a la zaga de los sentidos. No puede tener cabida aquí el testimonio del que habla el Señor: «Lo que nosotros hemos visto y oído os los anunciamos» (1Jn 1,3).

Es un testimonio que tiene lugar en el fondo del alma puramente, sin imágenes, allí donde el Padre Celestial engendra al Hijo, donde las relaciones divinas se realizan cien mil veces más a prisa que un abrir y cerrar de ojos, en la mirada de una eternidad siempre nueva, con indescriptible fulgor.

Si alguien desea experimentarlo, que entre dentro de sí, mucho más allá de las facultades interiores en acción. Renuncie a toda impresión de fuera y sumérjase en el fondo [...]

Mis amigos, siendo así las cosas, permaneced en vosotros mismos, y acatad el testimonio con toda diligencia. Esto será vuestro gozo.

Has descendido a lo largo del Rin con deseo de ser un hombre pobre. Pero si tú no bajas al fondo de ti mismo en completa sumisión al Espíritu Santo, no será por tus obras exteriores como tú lo vas a conseguir.

Si has vencido al «hombre exterior», vuelve a tu interior, entra en ti mismo y busca el fondo. Nunca lo hallaras fuera, en las cosas, en tal o tal manera de actuar ni en las reglas exteriores.
SERMÓN SOBRE JN 3,11 - V60 D

Ante todo, busca pura y exclusivamente a Dios en todas las cosas. Busca su gloria y nada de tu interés personal.

En segundo lugar, en todas tus palabras y obras, ten diligente cuidado de ti mismo, considera constantemente la profunda nada que tú eres y luego no dejes un instante de poner tus ojos en el tesoro escondido que en ti llevas.

En tercer lugar, no te metas en lo que no te pertenece. Recógete en lo profundo y no salgas de allí. Escucha la voz del Padre que se deja sentir dentro de ti. Te llama en Él. Y te da tal ciencia que podrás responder a las cuestiones de todos los sacerdotes de la Iglesia.

¡Son tan claras las luces en el interior de la persona iluminada...!

SERMÓN SOBRE JN 3,11 - V60 D

Si te olvidas de lo que hemos hablado aquí prolijamente, recuerda siempre dos cosas:

Primero, sé humilde puramente y a fondo, interior y exteriormente, no sólo en apariencia y con palabras, sino en verdad y con plena convicción de inteligencia. Que seas «nada» a tus ojos en el fondo de tu alma, sin disimulo de ninguna clase.

En segundo lugar, ten un verdadero amor a Dios, no eso que llamamos «amor conforme a los sentidos». Sino un amor a fondo, el amor a Dios en lo más interior que sea posible. Este amor no es la simple atención exterior y sensible, sino la intención contemplativa, radicada en lo más hondo de la propia voluntad: algo así como el cazador centra su atención al disparar.

SERMÓN SOBRE JN 3,11 - V60 D

Tenemos aquí el testimonio: «El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rm 8, 16).

De nosotros mismos viene el testimonio, como lo dice la Epístola de san Juan. En este cielo, es decir, el cielo interior, hay un «triple testimonio» (1 Jn 5,7), el Padre, el Verbo y el Espíritu, que aseguran al justo el ser hijo de Dios. Ellos lucen en el fondo, de donde viene el testimonio.

SERMÓN SOBRE JN 3,11 - V60 D

Lo dice claramente el Señor: «El Reino de Dios ya está dentro de vosotros» (Lc 17, 21). Es decir, en lo más profundo, en el centro mismo del hondón del alma, más allá de toda operación de las potencias mentales o actividad de las facultades superiores.

De él nos dice el Evangelio: «... hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio» (Jn 3, 11).

SERMÓN SOBRE JN 3,11 - V60 D