domingo, 7 de agosto de 2016

Que Dios da el don de la contemplación libremente y sin recurrir a métodos; los métodos solos nunca pueden suscitarla.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Si me preguntas ahora cómo se ha de proceder para realizar la obra contemplativa del amor, me pones en un aprieto. Todo lo que puedo decir es que pido a Dios todopoderoso que en su gran bondad y dulzura te enseñe él mismo. Pues debo admitir con toda honradez que yo no lo sé. Y no te has de extrañar, pues es una actividad divina y Dios puede realizarla en cualquiera que elija. Nadie puede merecerla. Por paradójico que pueda parecer, ni siquiera puede ocurrírsele a persona alguna -no, ni a un ángel ni a un santo- el desear el amor de contemplación en caso de que no estuviera ya vivo en él. Creo también que, con frecuencia, llama el Señor deliberadamente a trabajar en esta obra a los que han sido pecadores habituales con preferencia a aquellos que, en comparación, nunca le ofendieron gravemente. Sí, parece que lo hace con mucha frecuencia. Pues pienso que quiere hacernos comprender que es todo misericordia y poder, y que es perfectamente libre para obrar como, donde y cuando le plazca.

No da, sin embargo, su gracia ni realiza esta obra en una persona que no tenga aptitud para ella. Pero una persona que no tiene capacidad de recibir su gracia no la alcanzará tampoco a través de sus propios esfuerzos. Nadie, ni pecador ni inocente, puede conseguirla. Pues esta gracia es un don, y no se da a la inocencia ni es negada al pecado. Advierte que digo negada, no retirada.

Cuidado con el error aquí, te lo suplico. Recuerda que cuanto más cerca está el hombre de la verdad, más sensible ha de ser al error. La advertencia que hago es correcta, pero si ahora no puedes captarla, déjala hasta que Dios te ayude a entenderla. Haz como te digo y no te devanes los sesos.

¡Alerta con el orgullo! Es una blasfemia contra Dios en sus dones y hace al pecador temerario. Si fueras realmente humilde entenderías lo que intento decir. La oración contemplativa es don de Dios, totalmente gratuito. Nadie puede merecerlo. Corresponde a la naturaleza de este don el que, quien lo recibe, reciba también la aptitud correspondiente. Nadie puede tener la aptitud sin el don mismo. La aptitud para esta obra se identifica con la obra misma; son idénticas. Quien experimenta la acción de Dios en lo hondo de su espíritu tiene la aptitud para la contemplación y no otra cosa. Sin la gracia de Dios una persona sería tan insensible a la realidad de la oración contemplativa que sería incapaz de desearla o buscarla. La posees en la medida en que deseas poseerla, ni más ni menos. Pero nunca deseas poseerla hasta que aquel que es inefable e incognoscible te mueve a desear lo inefable e incognoscible. No seas curioso por saber más, te lo suplico. Sé constantemente fiel a esta obra hasta que llegue a ser toda tu vida.

Para expresarlo de una manera más simple, deja que la gracia misteriosa actúe en tu espíritu como quiera y síguela donde te lleve. Que ella sea el agente activo y tú el receptor pasivo. No te interfieras con ella (como si te fuera posible aumentar la gracia), más bien déjala actuar, no sea que la estropees totalmente. Tu parte es la de la madera con respecto al carpintero o la casa en relación al que la habita. Permanece ciego durante este tiempo desechando todo deseo de conocer, ya que el conocimiento es aquí un obstáculo. Conténtate con sentir cómo se despierta suavemente en lo hondo de tu espíritu esta gracia misteriosa. Olvídate de todo excepto de Dios y fija en él tu puro deseo, tu anhelo despojado de todo interés propio.

Si esto de que hablo forma parte de tu experiencia, entonces llénate de confianza porque realmente es Dios, y él solo, quien despierta tu voluntad y deseo. Él no necesita técnicas ni tu asistencia. No tengas miedo del maligno, pues él no se atreve a acercarse a ti. Por astuto que sea, es incapaz de violar el santuario interior de tu voluntad, si bien algunas veces puede atentarlo por medios indirectos. Ni siquiera un ángel puede tocar directamente tu voluntad. Sólo Dios puede entrar aquí.

Estoy tratando de aclarar con palabras lo que la experiencia enseña más convenientemente: que las técnicas y métodos son en última instancia inútiles para despertar el amor contemplativo.

Es inútil venir a esta actividad armado con ellos. Pues todos los buenos métodos y medios dependen de él, mientras que él no depende de nada.

La Nube del No-Saber, 34


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"Solamente el Señor enseña a sus elegidos los medios necesarios para su obra.

¿Podréis acaso nutriros de un espíritu artificial, obra de vuestras manos, como los ídolos?

Dejad actuar dulcemente sobre vosotros a aquél que os busca; dejarlo unirse a vosotros por la analogía natural y la repetición de sus actos puros y bienhechores.

¿Quién alcanzará la sublimidad de la obra del renacimiento humano? No la comparamos a la creación del universo. No la comparamos ni siquiera a la emanación de todos los seres pensantes.

Para obrar todas esas maravillas, bastó que la sabiduría desarrollase sus fuerzas; y ese desarrollo es la verdadera ley que le es propia.

Para regenerar al hombre, fue preciso que las concentrase, que se anulase y detuviese, por así decirlo, a sí misma.

Fue necesario que se asimilase a la región del silencio y de la nada, para que ésta no fuese perturbada ni fascinada por su presencia.

Hombre de iniquidad, detén tus movimientos turbulentos e inquietos, y no rehúyas a la mano del espíritu que te procura alcanzar.

Él sólo pide que te detengas, porque todos los movimientos que vienen de ti le son contrarios".

El Hombre de Deseo, ep. 33, Louis-Claude de Saint-Martin

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Pero tú dices: «¿Cómo puedo hacer para pensar en Dios tal cual es en sí mismo?». A esto sólo puedo responder: «No lo sé».

Con esta pregunta me llevas a la misma oscuridad y nube del no-saber a la que quiero que entres. El hombre puede conocer totalmente y ponderar todo lo creado y sus obras, y también las obras de Dios, pero no a Dios mismo. El pensamiento no puede comprender a Dios. Por eso, prefiero abandonar todo lo que puedo conocer, optando más bien por amar a aquel a quien no puedo conocer. Aunque no podemos conocerle, sí que podemos amarle. Por el amor puede ser alcanzado y abrazado, pero nunca por el pensamiento. Por supuesto, que hacemos bien a veces en ponderar la majestad de Dios o su bondad por la comprensión que estas meditaciones pueden proporcionar. Pero en la verdadera actividad contemplativa has de dejar todo esto aparte y cubrirlo con una nube del olvido. Deja, pues, que tu devoto, gracioso y amoroso deseo avance, decidida y alegremente, más allá de esto, llegue a penetrar la oscuridad que está encima. Sí, golpea esa densa nube del no-saber con el dardo de tu amoroso deseo y no ceses, suceda lo que suceda.
La Nube del No-Saber, 6

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“…estos tipos de claridades deben pertenecer a aquellos que son llamados a usarlas por orden de Dios, y para la manifestación de su gloria, y cuando son llamados de esta manera no hay que preocuparse acerca de su instrucción, porque reciben entonces sin ninguna dificultad y sin ninguna oscuridad mil veces más nociones, y nociones mil veces más seguras que las que un simple aficionado como yo pudiese darles sobre estos fundamentos”.
Louis-Claude de Saint-Martin, Carta a Kirchberger, 19 de Junio de 1797

sábado, 6 de agosto de 2016

Enséñase cómo la nada es el atajo para alcanzar la pureza del alma, la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz.- Miguel de Molinos (1628-1696)


187. El camino para llegar a aquel alto estado del ánimo reformado, por donde inmediatamente se llega al sumo bien, a nuestro primer origen y suma paz, es la nada. Procura estar siempre sepultada en esa miseria. Esa nada y esa conocida miseria es el medio para que el Señor obre en tu alma maravillas. Vístete de esa nada y de esa miseria y procura que esa miseria y esa nada sea tu continuo sustento y morada, hasta profundarte en ella; yo te aseguro que, siendo tú de esta manera la nada, sea el Señor el todo en tu alma.

188. ¿Por qué piensas que embarazan infinitas almas la abundante corriente de los divinos dones? Porque quieren hacer algo y desean el ser grandes; todo es salirse de la interior humildad y de su nada, y así impiden las maravillas que quiere obrar aquella infinita bondad. Apéganse a los mismos dones espirituales por salir del centro de la nada, y todo lo malogran. No buscan a Dios con verdad, y así no le hallan; porque has de saber que no se halla sino en el desprecio de nosotros mismos y en la nada.

189. Nos buscamos a nosotros mismos siempre que salimos de la nada, y por eso no llegamos jamás a la quieta y perfecta contemplación. Éntrate en la verdad de tu nada y de nada te inquietarás, antes bien te humillarás, confundirás y perderás de vista tu propia reputación y estima.

190. ¡Oh, qué baluarte tan fuerte has de hallar en esa nada! ¿Quién te ha de dar pena si te guareces en esa fortaleza? Porque el alma que es de sí misma despreciada y que en su conocimiento es nada, nadie la puede hacer agravio ni injuria. El alma que está dentro de su nada guarda silencio interno, vive transformada en el sumo bien, no apetece nada de todo lo criado, vive en Dios sumergida y se está resignada en cualquier tormento, porque siempre juzga es más lo que merece. Estándose el alma quieta en su nada, la perfecciona, enriquece y pinta el Señor en ella sin embarazo su imagen y semejanza.

191. Por el camino de la nada has de llegarte a perder en Dios, que es el último grado de la perfección, y si así te sabes perder, serás dichosa, te ganarás y te acertarás a hallar. En esta oficina de la nada se fabrica la sencillez, se halla el interior e infuso recogimiento, se alcanza la quietud y se limpia el corazón de todo género de imperfección. ¡Oh, qué tesoro descubrirás si haces en la nada tu morada! y si te entras en el centro de la nada, en nada te mezclarás por afuera (escalón en donde tropiezan infinitas almas), sino solamente en aquello que por oficio te toca.

192. Si te estás encerrada en la nada, adonde no llegan los golpes de las adversidades, nada te dará pena, nada te inquietará. Por aquí has de llegar al señorío de ti misma, porque sólo en la nada reina el perfecto y verdadero dominio. Con el escudo de la nada vencerás las vehementes tentaciones y terribles sugestiones del envidioso enemigo.

193. Conociendo que eres nada, que puedes nada y que vales nada, abrazarás con quietud las pasivas sequedades, tolerarás las horribles desolaciones, sufrirás los espirituales martirios e interiores tormentos. Por medio de esa nada has de morir en ti misma de muchas maneras, en todos los tiempos y a todas horas. Y cuanto más fueres muriendo, tanto más te irás profundando en tu miseria y bajeza y tanto más te irá el Señor elevando, y a sí mismo uniendo.

194. ¿Quién ha de despertar al alma de aquel dulce y sabroso sueño, si se duerme en la nada? Por aquí llegó David sin saberlo a la perfecta aniquilación. Ad nihilum redactus sum, et nescivi (Psal. 72:22) [“estúpido de mí, no comprendía”]. Estándote en la nada, cerrarás la puerta a todo lo que no es Dios; te retirarás aun de ti misma, y caminarás a aquella interior soledad a donde el divino Esposo habla al corazón a su esposa, enseñándola la alta y divina sabiduría. Anégate en esa nada y hallarás en ella sagrado asilo para cualquier tormenta.

195. Por este camino has de volver al dichoso estado de la inocencia, que perdieron nuestros primeros padres. Por esta puerta has de entrar a la tierra feliz de los vivientes, donde hallarás al sumo bien, la latitud de la caridad, la belleza de la justicia, la derecha línea de equidad y rectitud y, en suma, toda la perfección. Últimamente no mires nada, no desees nada, no quieras nada, ni solicites saber nada, y en todo vivirá tu alma con quietud y gozo descansada. Este es el camino para alcanzar la pureza del alma, la perfecta contemplación y la interior paz. Camina, camina por esta segura senda, y procura en esa nada sumergirte, perderte y abismarte si quieres aniquilarte, unirte y transformarte.

Guía Espiritual, Libro III, Cap. XX