miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cómo han de conducirse los principiantes en la contemplación con respecto a sus pensamientos e inclinaciones al pecado.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Cuando creas que has hecho lo que has podido para enmendar tu vida de acuerdo con las leyes de la Iglesia, entrégate apasionadamente a la actividad contemplativa. Y si el recuerdo de tus pecados pasados o la tentación de cometer otros nuevos rondara tu mente, formando un obstáculo entre ti y tu Dios, aplástalos con tus pies y pasa con decisión por encima de ellos. Intenta sepultar el pensamiento de estas obras bajo la espesa nube del olvido como si tú o cualquier otro nunca las hubiera realizado. En una palabra: tan pronto como surjan estos pensamientos, habrás de rechazarlos. Si llegares a sentirte duramente fatigado probablemente comenzarás a investigar las técnicas, los métodos y las secretas sutilezas de las ciencias ocultas para que te ayuden a controlarlos. Pero, créeme, las técnicas para controlar tus pensamientos se aprenden mejor de Dios a través de la experiencia que de cualquier hombre en esta vida.

De dos recursos espirituales que pueden aprovechar a los principiantes en la contemplación.


Te hablaré también un poco sobre dos técnicas para dominar las distracciones. Pruébalas y mejóralas si puedes.

Cuando te sientas molestado por pensamientos impertinentes, trata de no enterarte de su presencia ni de cómo se han colado entre ti y tu Dios. Mira más allá de ellos -por encima de sus hombros, como si dijéramos- como si estuvieras contemplando algo distinto, como así es en verdad. Pues más allá de ellos está oculto Dios en la oscura nube del no-saber. Haz esto y estate seguro de que pronto te sentirás aliviado de la angustia que te producen. Te puedo garantizar la ortodoxia de esta técnica, porque en realidad significa un anhelo hacia Dios, un ansia de verlo y gustarlo en cuanto es posible en esta vida. Y un deseo como este ya es amor, que siempre trae paz.

Existe otra estrategia que deberías intentar también. Cuando te sientas totalmente exhausto de luchar contra tus pensamientos, dite a ti mismo: «Es inútil luchar más con ellos», y después ríndete a sus pies como un cobarde o cautivo. Pues, al hacer esto, te encomiendas a Dios en medio de tus enemigos y admites la radical impotencia de tu naturaleza. Te aconsejo que recuerdes esta estratagema particular, pues al emplearla te haces completamente dócil en las manos de Dios. Y ciertamente, cuando esta actitud es auténtica, equivale a un autoconocimiento, ya que te ves a ti mismo como realmente eres, una miserable y corrompida criatura, menos que nada sin Dios. Es, en realidad, una humildad experiencial. Cuando Dios te ve apoyado sólo en esta verdad, no puede menos que apresurarse a ayudarte desquitándose en tus enemigos. Luego como padre que corre a rescatar a su hijo pequeño de las mandíbulas del jabalí o de los osos salvajes, te cogerá y te estrechará en sus brazos, enjugando tiernamente tus lágrimas espirituales.

Que la persona se purifica de sus pecados particulares y de sus consecuencias por medio de la contemplación; sin embargo, nunca llega a la seguridad perfecta en esta vida.


No entraré ahora directamente en otras técnicas. Si dominas estas, creo que estarás más capacitado para enseñarme a mí que yo a ti. Pues, a pesar de que todo lo que te he dicho es cierto, estoy muy lejos de ser un experto en ellas. Por eso espero sinceramente que me puedas ayudar progresando tú mismo en ellas.

Te animo a que te mantengas durante algún tiempo en esta tarea y si no puedes dominar inmediatamente estas técnicas, aguanta pacientemente el sufrimiento de las distracciones. Pero tu sufrimiento pasará y Dios comenzará a enseñarte sus propios métodos por medio de su gracia y a través de la experiencia. Entonces sabré que has sido purificado del pecado y de sus efectos; de los efectos de tus propios pecados personales, es decir, no de los del pecado original. Pues las secuelas del pecado original te asediarán hasta la tumba, a pesar de tus esfuerzos. No te molestarán tanto, sin embargo, como los efectos de tus pecados personales. Has de comprender, no obstante, que en esta vida no podrás vivir sin gran angustia. Por lo que respecta al pecado original, cada día te traerá alguna nueva tentación al mal que habrás de derribar y cercenar con la vehemente espada de doble filo del discernimiento. La experiencia te enseñará que en esta vida no hay absoluta seguridad ni paz duradera.

Pero no cedas nunca ni te pongas demasiado nervioso por la posible caída. Pues si tienes la gracia de dominar los efectos de tus pecados personales con la ayuda de los recursos que he descrito (o si puedes con otras formas mejores), confía en que los efectos del pecado original y demás tentaciones que puedan derivarse de ellos apenas habrán de impedir tu crecimiento.

Cap. 31, 32 y 33


Que sin una gracia especial o una prolongada fidelidad a la gracia ordinaria, la oración contemplativa es muy difícil; que esta obra es sólo posible con la gracia, que es la obra de Dios.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Así, pues, entrégate a la tarea de la contemplación con sincera generosidad. Golpea sobre esta alta nube del no-saber y desecha el pensamiento del descanso. Pues te digo con franqueza que todo aquel que desea ser contemplativo experimentará el dolor de la ardua tarea (a menos que Dios intervenga con una gracia especial); sentirá agudamente el precio del constante esfuerzo hasta que se haya ido acostumbrando a esta obra durante largo tiempo.

Pero, dime, ¿por qué habría de ser tan difícil? Sin duda, el amor ferviente despertándose de continuo en la voluntad no es doloroso. No, pues es la acción de Dios, el fruto de su poder omnipotente. Dios, además, ansía siempre trabajar en el corazón de quien ha hecho todo lo posible para preparar el camino a su gracia.

Entonces, ¿por qué es esta obra tan fatigosa? El trabajo, por supuesto, consiste en la incesante lucha para desterrar los innumerables pensamientos que distraen e importunan nuestra mente y tenerlos a raya bajo la nube del olvido, de que he hablado anteriormente. Este es el sufrimiento. Toda la lucha nace del lado del hombre, del esfuerzo que ha de hacer para prepararse a la acción de Dios, acción que consiste en suscitar el amor y que sólo él puede llevar a cabo. Pero tú persevera, haciendo tu parte, y yo te prometo que Dios no te fallará.

Mantente, pues, fiel a esta obra. Quiero ver cómo progresas. ¿No ves cómo te ayuda pacientemente el Señor? ¡Ruborízate de vergüenza! Aguanta la opresión de la disciplina durante un tiempo y pronto remitirán la dificultad y el peso. Al comienzo te sentirás probado y oprimido, pero es porque todavía no has experimentado el gozo interior de esta obra. A medida que pase el tiempo, sin embargo, sentirás por ella un gozoso entusiasmo y entonces te parecerá ligera y fácil. Entonces te sentirás poco o nada constreñido, pues Dios trabajará a veces en tu espíritu por sí mismo. Pero no siempre y por mucho tiempo sino según le parezca a él mejor. Cuando haga que tú goces y seas feliz, déjale que obre como quiera.

Entonces quizá pueda tocarte con un rayo de su divina luz que atravesará la nube del no-saber que está entre él y tú. Te permitirá vislumbrar algo de los secretos inefables de su divina sabiduría y tu afecto parecerá arder con su amor. No sé decir más, ya que la experiencia va mucho más allá de las palabras. Aun cuando quisiera decir más, no podría hacerlo ahora. Pues temo no poder describir la gracia de Dios con mi torpe y desmañada lengua. En una palabra, aun en el caso de intentarlo, no lo conseguiría.

Pero cuando la gracia surge en el espíritu de un hombre, este ha de poner su parte para responder a ella, y es esto lo que quiero ahora discutir contigo. Hay menos riesgo en hablar de esto.
Cap. 26

lunes, 26 de diciembre de 2016

Qué sea la caridad en sí misma; y cómo se contiene sutil y perfectamente en el amor contemplativo.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Hemos visto que la perfecta humildad es una parte integral del puro y ciego amor del contemplativo. Siendo todo él impulso hacia Dios, este simple amor golpea incesantemente sobre la oscura nube del no-saber, dejando todo pensamiento discursivo bajo la nube del olvido. Y así como el amor contemplativo fomenta la perfecta humildad, de la misma manera crea la bondad práctica, especialmente la caridad. Pues en la caridad verdadera uno ama a Dios por sí mismo, por encima de todo lo creado, y ama a su hermano el hombre porque esta es la ley de Dios. En la obra contemplativa, Dios es amado por encima de toda criatura pura y simplemente por él mismo. En realidad, el verdadero secreto de esta obra no es otra cosa que un puro impulso hacia Dios por ser él quien es.

Lo llamo puro impulso porque es totalmente desinteresado. En esta obra el perfecto artesano no busca el medro personal o verse exento del sufrimiento. Desea sólo a Dios y a él solo. Está tan fascinado por el Dios que ama y tan preocupado porque se haga su voluntad en la tierra, que ni se da cuenta ni se preocupa de su propia comodidad o ansiedad. Y esto porque, a mi juicio, en esta obra Dios es realmente amado perfectamente y por ser él quien es. Pues un verdadero contemplativo no debe compartir con ninguna otra creatura el amor que debe a Dios.

En la contemplación, además, también se cumple totalmente el segundo mandamiento de la caridad. Los frutos de la contemplación son testigos de esto aun cuando durante el tiempo real de la oración el contemplativo avezado no dirija su mirada a ninguna persona en particular, sea hermano o extraño, amigo o enemigo. En realidad, ningún hombre le es extraño, porque considera a cada uno como hermano. Y nadie es su enemigo. Todos son sus amigos. Incluso aquellos que le hieren o le ofenden en la vida diaria son tan queridos para él como sus mejores amigos y todos los buenos deseos hacia sus mejores amigos se los desea a ellos. 

Que durante el tiempo de la oración contemplativa, el perfecto contemplativo no centra su atención en ninguna persona en particular


Ya he explicado que durante esta actividad un verdadero contemplativo no se detiene en el pensamiento de ninguna persona en particular, sea amigo, enemigo, extraño o familiar. Pues todo aquel que desea ser perfecto en ella ha de olvidarse de todo excepto de Dios.

No obstante, por medio de la contemplación va creciendo en amor y bondad prácticas, de manera que, cuando habla o reza con sus hermanos cristianos en otros momentos, el calor de su amor les alcanza también a ellos sean amigos, enemigos, extraños o familiares. Si existe alguna parcialidad, es más probable que exista hacia su enemigo que hacia su amigo. (No es que nunca abandone totalmente la contemplación -esto no podría hacerse sin un gran pecado-, pero a veces la caridad le exigirá que descienda de las alturas de su obra para hacer algo en favor de sus semejantes).

Pero en la actividad contemplativa misma, no distingue entre amigo y enemigo, hermano o extraño. Con ello, sin embargo, no quiero dar a entender que haya que dejar de sentir un afecto espontáneo hacia unos pocos que le son especialmente íntimos. Lo sentirá, naturalmente, y con frecuencia. Esto es perfectamente natural y legítimo por muchas razones que sólo el amor conoce. Recuerda que Cristo mismo tuvo especial amor por Juan, María y Pedro. Lo que quiero destacar es que durante la actividad contemplativa todos le son igualmente queridos, puesto que es Dios quien le mueve a amarlos. Ama a todos los hombres simple y llanamente por Dios; y los ama como él se ama a sí mismo.

Todos los hombres se perdieron por el pecado de Adán, pero todos aquellos que por su buena voluntad manifiestan un deseo de ser salvados, serán salvados por la muerte redentora de Cristo. Una persona profundamente comprometida en la contemplación participa en el sufrimiento redentor de Cristo, no exactamente como sufrió Cristo, sino de una manera similar a la de Cristo. Pues en la verdadera contemplación la persona es una con Dios en un sentido espiritual y hace todo lo que está en su mano para atraer a otros a la contemplación perfecta. Sabes que todo tu cuerpo comparte el dolor o el bienestar sentido por cada una de sus partes porque es una unidad. En sentido espiritual, todos los cristianos son partes del único cuerpo de Cristo. En la Cruz se sacrificó a sí mismo por su cuerpo, la Iglesia. Quien desee seguir a Cristo de una manera perfecta, ha de estar dispuesto también a entregarse a la obra espiritual del amor para la salvación de todos sus hermanos y hermanas de la familia humana. Repito, no sólo por sus amigos y su familia y aquellos que le son más queridos, sino que también ha de trabajar para la salvación de toda la humanidad con afecto universal. Pues Cristo murió para salvar a todo el que se arrepiente de sus pecados y busca la misericordia de Dios.

Ves, por tanto, que el amor contemplativo es tan refinado e integral que incluye en sí mismo la perfecta humildad y la caridad. Por las mismas razones y en el mismo sentido, incluye también todas las demás virtudes. 

Cap. 24 y 25

viernes, 23 de diciembre de 2016

El Nacimiento.- Louis-Claude de Saint-Martin (1.743-1.803)


Ha llegado el momento del nacimiento. Las fuerzas superiores, después de haber formado en nosotros, por el espíritu, la concepción de nuestro hijo espiritual, han decretado por su sabiduría que ha llegado el momento de darle el día. Vamos a salir, por tanto, de estos abismos en los que hemos estado habitando, a los que el santo por excelencia no ha tenido miedo a bajar personalmente y a los que no tiene miedo a bajar todos los días para arrancarle sus víctimas y para liberar a los esclavos. Vamos a recibir, en el nuevo ambiente al que llegamos, unas muestras de cariño más vivas y más dulces que las de esta región tenebrosa de la que salimos y que, desde ese momento, consideramos como muerte.

Sin embargo, no tendremos conocimientos mucho más amplios o, mejor dicho, no recibiremos la luz en todas las ayudas de la vida, sin poder contemplar su origen y, mucho menos, sin poder apoderarnos de ella, lo mismo que el niño disfruta de todos los bienes que sus padres y sus guías le proporcionan sin que pueda darse cuenta de la forma en que se le prodigan todos estos beneficios.

Desconfía, por tanto, hombre, de esas luces precoces que te llegan sobre la naturaleza del ser que quiere gobernarte sin que te des cuenta. Es el Dios desconocido y quiere caer sobre ti, lo mismo que cae el sol sobre las humildes plantas y, cuando vengan a ti con unos rayos tan brillantes y potentes que nos deslumbren, diles: me asombráis, me dais luz; pero, desde el momento en que puedo veros, no sois mi Dios, sino sólo una imagen de él. Mi Dios está aún por encima de vosotros, porque su acción debe ser eternamente para mí una sorpresa y un milagro, sin el cual yo no sería su hijo. Diles que quieres estar siempre y exclusivamente en manos de este Dios desconocido que se acerca a ti en secreto y te levanta para hacer que vueles seguro por encima de los abismos y colmarte de alegrías y consuelos mayores que si todos los tesoros de los cielos estuviesen abiertos ante tus ojos. Ése es el verdadero renacimiento, ése es el hijo querido que acaba de recibir el día.

Tiembla, Herodes. Tu trono está amenazado. Acaba de nacer un rey de los judíos. Los pastores han oído a los ángeles que cantaban el nacimiento de este hijo del hombre; los magos han visto su estrella en Oriente y vienen a visitarlo y ofrecerle su oro y su incienso. Por más que extermines a los hijos de Raquel para tranquilizar tus temores, este hijo es un niño que no se extermina por la mano del hombre, ya que no ha nacido de la voluntad de la carne ni de la voluntad del hombre ni de la voluntad de la sangre, sino que ha nacido de Dios. Por tanto, el Dios que lo ha formado sabrá vigilar sus días y hará que se refugie en Egipto, hasta que haya pasado el tiempo de tu furia y haya llegado el momento de la gloria de su hijo.

Y tú, hombre, no te ofendas al ver que naces en un establo y entre animales, porque solo naces en la humillación, mientras que antes existías en los abismos. Estos animales van a hacer por ti lo que tú deberías haber hecho por ellos si hubieses conservado tus derechos: van a calentarte con su aliento, como tú deberías haberlos calentado con tu espíritu y haberlos conservado por su carácter y sus formas primitivas. Pero hoy día es tu forma la que te conserva, mientras que en otro tiempo tú habrías debido conservar tu forma. Irás pronto al templo para recibir la circuncisión y Simeón cantará el cántico de alegría al tomarte en sus brazos diciendo que tú eres un niño nacido para la salvación y para la ruina de muchos.

Se nos da poca instrucción sobre los cuidados que se deben prestar a la infancia. Sin embargo, hombre, este tiempo va a ser para tu hijo el más precioso de su vida, porque tú vas a ser, al mismo tiempo, tu hijo, tu padre, tu madre, todos tus servidores dedicados al más sublime de todos los trabajos. Que este hijo recién nacido se convierta para ti en el objeto de tus cuidados más constantes. Este hijo es amor y es amor Divino y todas las luces que se desarrollen en él no le llegan si no es por este mismo camino o, yo me atrevería a decir, por su nombre. Será una forma de hacerlo hombre en una época en la que tantos hombres no sólo son todavía niños o no han nacido todavía, sino que ni siquiera están aún concebidos, sin contar los que nacen por aborto ni los que han muerto después de mucho tiempo por otros mil accidentes, aunque los veas que caminan delante de ti, que están bien y que realizan perfectamente todas las funciones visibles del hombre.

Pero no olvides que este hijo es también el hijo del dolor, el segundo nacido de Raquel, que ha costado la vida a su madre, que es el único de los doce jefes de tribu que ha nacido en la tierra prometida y ha nacido después de que su padre hubiese ofrecido un sacrificio al Señor y le hubiese levantado un altar en Betel.

Si quieres conservar este precioso vástago, aliméntalo todos los días con los mismos elementos que le han dado el nacimiento; haz que en todo momento vaya cayendo sobre él la sangre de la alianza que debe protegerlo de la espada del ángel exterminador. Es más, haz que penetre continuamente en sus venas esta misma sangre de la alianza que debe dar la muerte a todos los egipcios y ha de ponerlo en situación de saquear un día los vasos de oro y plata con los que celebran festines de iniquidad. Deja que entre en sus venas esta sangre corrosiva, que no se permitirá el descanso sin haber terminado hasta con el más mínimo vestigio del pecado. Verás entonces que los miembros de tu hijo van adquiriendo fuerza y consistencia.

¿Y por qué acumula esta sangre la vida así en los miembros de tu hijo? Porque es la sangre del dolor y no hay dolor sin vida, puesto que es una contracción de la muerte contra la vida y de la vida contra la muerte. Ésa es la razón de que cuantos más dolores haya también haya más vida y de que esta sangre de la alianza sea tan dolorosa, porque está compuesta de tinieblas y de luz, de corrupción y salud, de la naturaleza de la Divinidad, del tiempo y de la eternidad.

Haz, por tanto, que caiga en grandes gotas sobre tu hijo esta sangre de dolor; báñalo en este mar de dolor, que es el único que puede darle el sentimiento y hacer que lo conserve. Que se quede en él más tiempo que Jonás en la ballena, más tiempo que Moisés en la montaña, más tiempo que el arco sobre las aguas del diluvio, más tiempo que los hebreos en el desierto, más tiempo que todos estos hebreos en todos sus cautiverios. Que se quede allí durante toda su vida terrestre, porque sólo de esta manera la sangre depositará en su corazón, en sus huesos, en su médula, en sus venas, en todas las fibras de su ser, el elemento sacerdotal de donde deben nacer para él la lanza y la espada. Que coma todos los días este pan sacerdotal y se embriague con el vino de la cólera del Señor.

Que pasen los días y las noches en los desiertos, que la muerte de los leones sea como los juegos de su infancia y que se anuncie a primera hora del día como alguien temible para las naciones, teniendo en cuenta que ha comido durante todos los días de su vida el pan sacerdotal. Llegarán tiempos en los que el elemento sacerdotal que se deposite en él hará que florezca a su vez el hisopo y el olivo, pues la sangre de la alianza se ha convertido en la sangre del dolor, únicamente para triunfar sobre la muerte y hacer que reine la vida.


Pero la lentitud del tiempo no debe hacer que no llegues a tu meta por impaciencia. Fíjate en la lentitud con que se forman las piedras de las canteras. Si no pasas del mismo modo una larga serie de periodos progresivos, no sentirás que se deposita en ti una gran cantidad de sustancias reales y que se consolida de forma adecuada para poder formar esta piedra angular de la iglesia. En estas sustancias, mezcladas y consolidadas de esta manera, se acumula el fuego de vida y, cuando tiene su medida completa, fermenta, produce una explosión que rompe sus barreras, se inflama y se hace para siempre inextinguible.

El Hombre Nuevo, cap. 10

El nacimiento de Dios en el fondo del Alma.- Maestro Eckhart (1.260-1.327) y Juan Tauler (1.300-1.361)


"Procurad, pues, que la Trinidad nazca en vosotros de verdad. No por operación de entendimiento, sino esencialmente, en el fondo del alma.

[…] Otros doctores, con mucha más acertada opinión, dicen que la imagen de la Santísima Trinidad reside en lo más íntimo, en lo más secreto, en lo más profundo. En el oculto centro del alma está Dios esencial, real y sustancialmente. Es allí donde Dios opera expandiendo su ser divino, disfrutando de sí mismo.

Fondo del que Dios no puede separarse, porque Él ha dispuesto eternamente que nunca quiere ni puede ausentarse de allí. Este fondo posee por gracia lo mismo que Dios es por naturaleza.

La gracia nacerá allí en la medida en que el ser humano, de la manera más noble, se consagre y abandone a este fondo". 
Tauler, Sermón sobre JN 3,11 


"Por consiguiente, para que se realice este nacimiento es absolutamente necesario que el alma se haya purificado del todo y viva en máxima fidelidad, en profundo recogimiento.

Renuncie el alma a vivir de las impresiones sensuales y de la distrayente multiplicidad de las criaturas.

More ella en su interior, totalmente solitaria, en la porción más noble de sí misma. Aquí está el lugar del nacimiento.

[…] En el fondo del alma reina ahora un silencio, silencio de media noche, en expectación de este divino nacimiento.

Entonces, Dios Padre pronuncia su Palabra.

[…] En tal alma, sosegada, pronuncia Dios su Palabra y se pronuncia a sí mismo. A sí mismo, digo, no una imagen. Como dice Dionisio: «Dios no tiene imagen ni semejanza de sí mismo, porque Él es todo bien, toda verdad, toda esencia. De un vistazo contempla y perfecciona las obras en sí mismo» y por sí mismo".
Eckhart, Sermón sobre SB 18,14 


"Si de tal modo el hombre preparase su morada, el fondo del alma, Dios lo llenaría sin duda alguna, lo colmaría. Si no, los cielos se romperían para llenar el vacío. La naturaleza tiene horror al vacío, dicen. ¡Cuanto más sería contrario al Creador y su divina justicia abandonar un alma así dispuesta!

Elige, pues, una de dos: callar tú para que hable Dios o hablar tú para que Él calle.

Debes hacer silencio. Entonces será pronunciada la Palabra que tú podrás entender y nacerá Dios en el alma.

En cambio, ten por cierto que, si tú insistes en hablar, nunca oirás su voz.

Lograr nuestro silencio, aguardando a la escucha del Verbo, es el mejor servicio que le podemos prestar. Si sales de ti completamente, Dios se te dará en plenitud, porque en la medida en que tú sales, Él entra. Ni más ni menos".
Tauler, Sermón sobre IS 9,5 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

De las obras interiores y exteriores.- Maestro Eckhart (1.260 - 1.328)


Si un hombre quisiera volverse hacia sí mismo con todas sus potencias, interiores y exteriores, y hallándose en este estado no tuviese, además, en sí mismo, ni imágenes ni apremios, encontrándose de este modo sin ninguna operación, ni interior ni exterior, debiera examinar si no se siente entonces impulsado por sí mismo a obrar. Mas si el hombre no se ve atraído por ninguna obra y no experimenta el deseo de emprender nada, conviene forzarlo a obrar interior o exteriormente -porque el hombre no debe satisfacerse con nada, por más bueno que ello parezca o pueda ser- a fin de que, cuando le ocurra que se halle sometido a una dura presión en una retracción sobre sí mismo [por operación de Dios] de modo que se pueda tener más bien la impresión de que sobre este hombre se obra más bien que lo que él mismo obra, aprenda el hombre a cooperar con su Dios. No que sea preciso huir de la propia interioridad, ni desprenderse de ella, ni a ella renunciar, sino que en ella, con ella y por ella debe aprenderse a obrar de modo que la interioridad se manifieste en la operación exterior y que se vuelva a introducir la operación exterior en la interioridad y se habitúe uno a obrar de este modo sin coacción. Porque se debe volver la mirada hacia esta operación interior y obrar a partir de ella, ya se trate de leer, de orar, o, si así conviene, de realizar obras exteriores. Si la obra exterior perturba la operación interior, que se siga la vía interior. Pero si las dos pudieran estar unidas, ésta sería la mejor manera de cooperar con Dios.

[…] Mas si se comprueba que las cosas no pueden acordarse, que una no tolera la otra, ve en ello un signo cierto de que Dios no se halla en su origen. Un bien no se opone al otro, pues así lo ha dicho nuestro Señor -“Un reino dividido no puede subsistir”-, y ha dicho también: “Aquél que no está conmigo está contra mí, y aquél que no recoge conmigo, desparrama”. Esto sea para ti, pues, un signo cierto: si un bien no tolera otro o inclusive un bien menor, o aun lo destruye, no es cosa que venga de Dios. Debe dar fruto y no destruir.

Instrucciones espirituales

martes, 13 de diciembre de 2016

Cómo debemos implorar el favor divino, y de la confianza en recuperar la gracia.- Tomás de Kempis (1.380-1.471)


1. Hijo mío, Yo soy el Señor que conforta en el día de la angustia. Ven a Mí cuando te sientas lleno de tristeza.

2. Éste es el mayor obstáculo para la consolación celestial: que recurres demasiado tarde a la oración. Porque antes de decidirte a invocarme con fervor, andas buscando consuelos y te recreas en las cosas exteriores.

3. Por eso te aprovecha todo tan poco, hasta que por fin caes en la cuenta de que Yo soy el que salvo a los que esperan en Mí, y que fuera de Mí no cabe socorro eficaz, ni consejo provechoso, ni menos aún remedio perdurable.

4. Pero apenas hayas recobrado el aliento después de la borrasca, vigorízate de nuevo en la luz de mis misericordias; porque estoy dispuesto -dice el Señor- a repararlo todo, no sólo de una manera colmada, sino sobreabundante y sin medida.

5. ¿Acaso hay algo difícil para Mí? ¿O seré Yo como el que dice y no hace? ¿Dónde está tu fe? Sé firme y persevera. Mantente en pie cual varón constante y esforzado. Y descuida: el consuelo te llegará a su debido tiempo. Espérame, repito: Yo iré a tu encuentro y te curaré.

Vivir intensamente el presente


6. Lo que te atormenta es una simple tentación; es un vano temor lo que te turba. ¿De qué te sirve afanarte por lo que puede sucederte en el futuro sino para acumular tristeza sobre tristeza? Bástale al día su afán.

7. Es vano, y además inútil, afligirse o alegrarse por las cosas del mañana, que quizás jamás sucederán.

8. Claro que es humano dejarse alucinar por tales imaginaciones; como también es señal de pusilanimidad rendirse tan a la ligera a las insinuaciones del enemigo.

9. Porque para él no cuenta que sea verdadero o falso aquello con que nos seduce o engaña y poco le importa que sea el amor de lo presente o el temor de lo futuro lo que sirva para derribarnos.

10. No se turbe, pues, tu corazón, ni se acobarde. Cree en Mí y ten confianza en mi misericordia. Muchas veces, cuando tú piensas estar lejos de Mí, es precisamente cuando estoy más cerca de ti. 

11. Y a menudo cuando crees que ha fracasado todo es entonces justamente cuando se te brinda una mayor oportunidad de merecer y ganar. No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede al revés de lo que esperabas.

12. Guárdate de juzgar las cosas según la impresión del momento, y si te ocurre alguna desventura, de cualquier parte que te sobrevenga, no debes tomarla tan a pecho, ni recibirla de tal modo como si ya no hubiera esperanza alguna de remedio.

Dios nos da y nos quita lo que es suyo


13. No creas que has sido abandonado del todo, si te envío por algún tiempo alguna aflicción, o te privo del consuelo apetecido, porque así es como se llega al reino de los cielos.

14. Y esto es lo que indudablemente os conviene más a ti y forzado. Y descuida: el consuelo a todos los demás siervos míos: que os ejercitéis en las cosas contrarias, en lugar de que os suceda todo a vuestro gusto y sabor.

15. Yo conozco los secretos del corazón, y sé que es mucho más provechoso para tu salvación que a veces te deje sin ningún gozo espiritual; y eso para que no te engrías por el éxito conseguido, ni trates de complacerte en lo que en realidad no eres.

16. Lo que te di, puedo quitártelo y devolvértelo cuando me plazca. Si te lo doy, es cosa mía; si te lo quito, no tomo cosa tuya, porque mía es toda dádiva buena y todo don perfecto.

17. Si permito que te suceda alguna desgracia o contrariedad, no te impacientes por eso, ni decaiga tu corazón, porque Yo puedo aliviarte en seguida y convertir en gozo todo tu afán. Y, sin embargo, cuando obro así contigo, soy justo y muy digno de ser alabado.

18. Si juzgas rectamente y consideras estas cosas a la luz de la verdad, nunca deberá abatirte la tristeza por razón de la adversidad, antes bien, tendrás motivos de regocijarte y darme gracias.

19. Es más, debes tener por único gozo el hecho de que, afligiéndote con pesares, no uso contigo de miramientos, sino que no dejo de probarte. Como me amó el Padre, así Yo os amo a vosotros, dije a mis queridos discípulos.

20. A ellos los envié, ciertamente, no a gozar de bienestar temporal, sino a librar rudos combates; no a cosechar honores, sino desprecios; no a vivir una vida holgada, sino de trabajos; no a solazarse en el descanso, sino a dar abundantes frutos en la paciencia.

Acuérdate, hijo mío, de estas palabras.

Imitación de Cristo, Libro III, Cap. 30

domingo, 11 de diciembre de 2016

De la naturaleza de la humildad; cuándo es perfecta y cuándo es imperfecta.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Consideremos, pues, la virtud de la humildad de forma que puedas entender por qué es perfecta cuando Dios solo es su fuente y por qué es imperfecta cuando surge de otra fuente aun cuando Dios pudiera ser la principal. Trataré de explicar primero lo que es la humildad en sí misma y después será más fácil captar la diferencia.

Un hombre es humilde cuando permanece en la verdad con un conocimiento y apreciación de sí mismo tal cual es. Y de hecho, cualquiera que se vea y experimente tal como real y verdaderamente es, no tendrá dificultad alguna en ser humilde, pues dos cosas le aparecerán muy claras. En primer lugar, verá claramente la degradación, miseria y flaqueza de la condición humana, fruto del pecado original. De estos efectos del pecado original el hombre nunca se verá totalmente libre en esta vida, por santo que llegue a ser. En segundo lugar, tendrá que reconocer la bondad trascendente de Dios tal como es en sí mismo y en su rebosante y superabundante amor hacia el hombre. Ante tan gran bondad y amor la naturaleza tiembla, los sabios tartamudean como locos, y los ángeles y santos quedan cegados por su gloria. Tan abrumadora es la revelación de la naturaleza de Dios, que si su poder no los sostuviera, no me atrevo a pensar qué sucedería.

La humildad engendrada por este conocimiento experimental de la bondad y del amor de Dios la llamo perfecta, porque es una actitud que el hombre mantendrá incluso en la eternidad. Pero la humildad que surge de una comprensión realista de la condición humana la considero imperfecta, porque no sólo desaparecerá en la muerte juntamente con su causa, sino que en esta misma vida no siempre será operativa. Pues a veces las personas muy avanzadas en la vida contemplativa pueden recibir de Dios tal gracia que de repente se sientan totalmente fuera de sí mismas y sin pensar o preocuparse por sí son santas o pecadoras. Los contemplativos ya adelantados pueden experimentar esto con mayor o menor frecuencia, según la sabiduría de Dios, pero en cualquier caso, a mi juicio, es un fenómeno pasajero. Durante este tiempo, sin embargo, aunque pueden perder todo interés o preocupación por sus pecados o virtudes, no pierden el sentido del inmenso amor y bondad de Dios y por tanto, tienen humildad perfecta. Por otra parte, si el primer motivo es operativo, aunque sea de modo secundario, sólo tienen humildad imperfecta. No estoy sugiriendo, sin embargo, que se dé de lado el primer motivo. No quiera Dios que me entiendas mal, pues estoy convencido de que las dos cosas son provechosas y necesarias en esta vida.

Que en esta vida la humildad imperfecta ha de preceder a la perfecta.

 

Si hablo de la humildad imperfecta no lo hago porque dé poca importancia al verdadero autoconocimiento. Aunque se juntaran todos los ángeles y santos del cielo con todos los miembros de la Iglesia en la tierra, situados en todos los grados de la santidad cristiana, y rogaran por mi crecimiento en la humildad, estoy cierto que no me aprovecharía tanto ni me llevaría tan rápido a la perfección de esta virtud, como un poco de autoconocimiento. Ciertamente, es imposible llegar a la perfecta humildad sin él.

Por tanto, no huyas del sudor y de la fatiga que supone el conseguir un verdadero autoconocimiento, pues estoy seguro de que cuando lo hayas adquirido llegarás muy pronto al conocimiento experiencial de la bondad y del amor de Dios. No un conocimiento completo, naturalmente, pues eso no es posible al hombre; ni siquiera tan completo al que poseerás en la alegría de la eternidad, pero sí un conocimiento tan completo como es posible al hombre en esta vida.

Mi propósito al explicar los dos tipos de humildad no es ponerte en seguimiento de la perfecta con desprecio de la imperfecta. No, y confío en que nunca harás esto. Mi intención es simplemente ayudarte a apreciar la excelsa dignidad de la obra contemplativa del amor, en comparación con cualquier otra posible con la ayuda de la gracia. Pues el amor secreto de un corazón puro que presiona sobre esa nube oscura del no-saber que está entre ti y tu Dios de una manera oculta, pero cierta, incluye en sí mismo la perfecta humildad sin ayuda de ideas concretas o claras. Quería además que apreciaras la excelencia de la humildad perfecta de forma que la mantuvieras ante tu corazón como un acicate a tu amor.

Esto es importante para nosotros dos. Y finalmente, me he esforzado por explicar todo esto porque creo que un conocimiento pleno sobre la perfecta humildad por sí mismo te hará más humilde. Pues pienso a menudo que la ignorancia de los dos grados de humildad ocasiona una buena dosis de orgullo. Es muy posible que un poco de gusto de lo que he llamado humildad imperfecta pudiera llevarte a creer que ya eres humilde a la perfección. Te engañarías a ti mismo y, lo que es más, habrías caído en el fétido cieno de la presunción. Esfuérzate, pues, por conseguir esta virtud en toda su perfección. Cuando una persona la experimenta no pecará ni entonces ni durante mucho tiempo. 

Cap. 13 y 14

*  *  *
[...] deja que sea la maravillosa trascendencia y bondad de Dios la que te enseñe la humildad, mejor que el pensamiento de tus propios pecados, pues entonces tu humildad será perfecta. Atiende más a la soberanía absoluta de Dios que a tu propia miseria. Y recuerda que los que son perfectamente humildes no carecerán de nada de cuanto necesitan, sea en el orden espiritual o material. Dios les pertenece y él es su todo. Quien posee a Dios, como atestigua este libro, no necesita otra cosa en esta vida.

Y así como él vendrá en nuestra ayuda espiritual, de la misma manera incitará a otros a procurarnos comida y vestido y satisfará las necesidades de la vida cuando vea que no dejamos la obra del amor para atender a tales cosas por nosotros mismos. Digo esto especialmente para refutar a los que erróneamente sostienen que nadie se puede dedicar a la vida contemplativa sin haber provisto antes a todas sus necesidades materiales. Dicen: «Dios envía la vaca, pero no por el cuerno». Pero interpretan falsamente a Dios y ellos lo saben. Pues Dios nunca defrauda a los que verdaderamente abandonan los intereses mundanos para dedicarse a él. Puedes estar cierto de esto: él proporcionará una de las dos cosas a sus amigos. O recibirán en abundancia todo lo que necesiten, o les dará aguante físico y un corazón paciente para soportar la necesidad. ¿Qué más da que haga lo uno o lo otro? Le es todo lo mismo al verdadero contemplativo. Todo el que pone en duda esto, demuestra que el maligno ha robado la fe de su corazón o que todavía no está tan totalmente entregado a Dios como debiera, a pesar de ingeniosas y estudiadas apariencias en contrario.
Cap. 23

sábado, 10 de diciembre de 2016

De las personas que no han renunciado a sí mismas y que están llenas de su propia voluntad.- Maestro Eckhart (1.260 - 1.328)


En verdad, a menos que huyas primero de ti, siempre, donde quieras que vayas, encontrarás trabas e inquietudes, cualquiera fuere ese lugar. Las gentes buscan la paz en las cosas exteriores, en lugares o modos de ser, en personas, en obras o en países lejanos, en la pobreza o en la sumisión. Todo esto, sin embargo, no les da la paz. Los que así buscan lo hacen de un modo totalmente erróneo: más se alejan y menos encuentran lo que pretenden hallar. Van como aquél que ha perdido el camino: cuanto más avanza, más se pierde.

¿Qué es preciso hacer, entonces? Debe uno, ante todo, abandonarse a sí mismo, y de este modo habrá abandonado todas las cosas. En verdad, si un hombre abandonara un reino y el mundo entero y se guardara a sí mismo, no habría abandonado nada; y si un hombre se hubiera abandonado a sí mismo, aun cuando conservara riquezas, honores o lo que queráis, habría abandonado todas las cosas.

[…] Debemos poseer todas las cosas como si nos hubiesen sido prestadas, no dadas, sin ninguna propiedad, tanto el cuerpo como el alma, los sentidos, las facultades, los bienes exteriores, los honores, los amigos, los parientes, las casas, las tierras y todas las cosas.

[…] Como lo dijera San Pablo: “Debemos poseer como si no poseyéramos, y no obstante poseer todas las cosas”. No posee nada como propio aquél que no desea ni quiere nada, ni de sí mismo ni de todo lo que es exterior, ni aun de Dios, ni de ninguna otra cosa.

[…] Aquél que tiene todo lo que quiere y desea, posee la dicha, pero nadie la posee sino aquél cuya voluntad está totalmente unida a la de Dios. ¡Que Dios nos otorgue esta unión! Amén.

Instrucciones espirituales


¿Adónde tengo, pues, que ir? Absolutamente a ninguna parte, a no ser a una naturaleza desnuda y vacía: ella me podría enseñar lo que yo le preguntaba con palabras…

[...] En todo lo que hay sobre la tierra y sobre el cielo nada le puede turbar, debe hallarse en tal paz que si el cielo y la tierra se hallarán invertidos, encontraría paz en Dios.
Proverbios y Leyendas

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Que los pensamientos más sublimes son más obstáculo que ayuda durante el tiempo de la oración contemplativa.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Así, pues, has de rechazar toda conceptualización clara tan pronto como surja, ya que surgirá inevitablemente durante la actividad ciega del amor contemplativo. Si no las vences, ellas ciertamente te dominarán a ti. Pues cuando más desees estar solo con Dios, más se deslizarán a tu mente con tal cautela que sólo una constante vigilancia las podrá detectar. Puedes estar seguro de que si estás ocupado con algo inferior a Dios, lo colocas por encima de ti mientras piensas en ello y creas una barrera entre ti y Dios. Has de rechazar, por tanto, con firmeza, todas las ideas claras por piadosas o placenteras que sean. Créeme lo que te digo: un amoroso y ciego deseo hacia Dios sólo es más valioso en sí mismo, más grato a Dios y a los santos, más provechoso a tu crecimiento y de más ayuda a tus amigos, tanto vivos como difuntos, que cualquier otra cosa que pudieras hacer. Y resulta mayor bendición para ti experimentar el movimiento interior de este amor dentro de la oscuridad de la nube del no-saber que contemplar a los ángeles y santos u oír el regocijo y la melodía de su fiesta en el cielo.

¿Te sorprende esto? Se debe solamente a que no lo has experimentado por ti mismo. Pero cuando lo experimentes, como creo firmemente que lo harás con la gracia de Dios, entonces podrás entenderlo. Por supuesto que en esta vida es imposible ver y poseer plenamente a Dios; pero, con su gracia y a su tiempo, es posible gustar algo de él tal como es en sí mismo. Así, pues, entra en esta nube con una gran ansia de él. O más bien, diría yo, deja que Dios despierte en ti esta ansia y arrójate a él en esta nube, mientras con la ayuda de su gracia te esfuerzas por olvidar todo lo demás.

Recuerda que si las ideas claras que surgen sin querer y que tú rechazas pueden molestarte y apartarte del Señor, privándote de la experiencia de su amor, mucho más lo harán aquellas que tú cultivas voluntariamente. Y si el pensamiento de un santo particular o de alguna realidad puramente espiritual crea un obstáculo a esta actividad, cuánto más el pensamiento del hombre mortal o de cualquier otro interés material o mundano. No digo que estos pensamientos, deliberados o indeliberados, sean malos en sí mismos. Dios me libre de que me entiendas mal. No, lo que he querido decir es que son un obstáculo más que una ayuda. Pues si buscas de verdad a Dios solo, nunca encontrarás descanso ni contento en algo inferior a Dios.

Cap. 9

martes, 6 de diciembre de 2016

La ciencia de la verdad.- Tomás de Kempis (1.380-1.471)


Felicidad del que sigue la doctrina o ciencia de Cristo.


1. Dichoso aquel a quien la verdad enseña por sí misma, es decir, no por figuras o palabras fugaces, sino tal como ella es.

2. Nuestra opinión, como nuestro sentido, se engaña con frecuencia, y poco es lo que capta de las cosas que nos rodean.

3. ¿Qué provecho o utilidad reporta el mucho cavilar sobre cosas ocultas y abstrusas, por cuya ignorancia no se nos reprenderá el día del juicio?

4. Es gran insensatez desatender lo útil y necesario, y gustar de ocuparnos en cosas nocivas y de pura curiosidad. Verdaderamente, «teniendo ojos no vemos».

5. ¿Qué nos importa la maraña de «géneros» y «especies» de los dialécticos? Aquel a quien habla el Verbo eterno prescinde y se desentiende de muchas opiniones de escuela.

El Verbo, principio que nos habla.


6. De ese «Verbo único dimanan todas las cosas» y todas proclaman su unidad, y él es el principio que nos habla. Sin él nadie es capaz de entender ni juzgar con rectitud.

7. Aquel para quien todas las cosas son una sola, que todo lo refiere a una sola cosa, que las ve todas en una, puede tener firme el corazón y permanecer pacífico en Dios.

8. ¡Oh verdad, que eres una sola cosa con Dios, haz que viva unido a Ti con un amor inextinguible!

9. Con harta frecuencia siento tedio de leer y oír muchas cosas; y es que en Ti se encuentra todo lo que quiero y deseo.

10. Enmudezcan todos los doctores, callen todas las criaturas en tu presencia; háblame Tú solo, Señor.

Simplificar nuestro interior para entender mejor la verdad.


11. Cuanto más se concentre uno en sí mismo y más simple sea en su interior, tanto más y mayores cosas entenderá sin dificultad, porque recibe de lo alto la luz de la inteligencia.

12. El alma pura, sencilla y constante no se disipa, pese a la multiplicidad de sus ocupaciones, porque todo lo hace por la gloria de Dios y se esfuerza en sustraerse a toda atención hacia sí misma.

13. ¿Quién te embaraza y estorba más que la afección inmortificada de tu corazón?

14. El hombre bueno y piadoso dispone previamente en su interior las obras que debe hacer exteriormente. Y no se deja arrastrar por ellas hacia los deseos de las inclinaciones torcidas, sino que las somete al imperio de la recta razón.

El más rudo combate es vencerse a sí mismo.


15. ¿Quién entabla mayor combate que el que se empeña en vencerse a sí mismo?

16. Y éste debería ser nuestro quehacer primordial: triunfar de nosotros mismos y cobrar cada día mayores fuerzas contra nuestras tendencias, y progresar algún tanto en el bien.

17. Toda perfección en esta vida entraña cierta imperfección, y todos los ejercicios de nuestro entendimiento no carecen de cierta oscuridad.

18. El humilde conocimiento de sí mismo es camino más seguro para llegar a Dios que las profundas disquisiciones de la ciencia.

Más que conocer es preciso conocerse, y más que saber mucho hay que vivir bien.


19. No debe censurarse la ciencia ni el simple conocimiento de lo que es bueno de suyo y fue ordenado por Dios; pero sí que debemos preferir siempre el testimonio de la buena conciencia y una vida virtuosa.

20. Mas como quiera que muchos se preocupan más de saber que de vivir bien, por eso yerran con tanta frecuencia y sacan poco o ningún fruto de su saber.

21. ¡Si desplegaran igual solicitud en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en promover inútiles controversias! No ocurrirían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta relajación en los monasterios.

22. Ciertamente, en el día del juicio no se nos preguntará qué leímos, sino qué hicimos; ni si hablamos bien, sino cuán santamente vivimos.

Inanidad de la ciencia y gloria humanas.


23. Dime, ¿dónde están ahora aquellos señores y maestros que tan bien conociste cuando aún vivían y florecían en sus estudios?

24. Otros tienen ya las cátedras que ellos ocuparon, y ni aún sé si hay quien de ellos se acuerde siquiera. Mientras vivieron, parecían ser algo en este mundo, pero ahora nadie habla ya de sus vidas y sus glorias.

25. ¡Oh, cuán presto pasa la gloria de este mundo! ¡Ojalá su vida hubiera estado en consonancia con su ciencia! Entonces sí que hubieran estudiado y leído con fruto.

26. ¡Cuántos perecen en el mundo víctimas de su ciencia vana, y por cuidar tan poco del servicio de Dios! Puesto que ambicionan ser más grandes que humildes, se pierden lamentablemente en sus vanos pensamientos.

27. Verdaderamente sólo es grande aquel en quien alienta una gran caridad. Verdaderamente sólo es grande quien se tiene por pequeño y estima en nada los más encumbrados honores.

28. Verdaderamente es sabio y prudente aquel que por ganar a Cristo tiene por escoria todas las cosas de la tierra. Y realmente es sabio quien cumple la voluntad de Dios y renuncia a la suya propia.

Imitación de Cristo
Libro Primero, Cap. 3